sábado, 28 de junio de 2008

La catedral desconocida

Dicen que la ignorancia provee de felicidad pero en ningún caso confiere la transformación de opiniones en verdades universales. Todo el mundo tiene derecho a expresar opiniones que no son más que comentarios subjetivos acerca de algo. Sin embargo, se tornan en ofensivas o despreciables cuando las personas que las enuncian desconocen aquello sobre lo que muestran opinión formulándolas con una vehemencia y fervor que confieren un carácter autoritario de las mismas.

Aunque amplio es el campo donde podríamos aplicar la reflexión anterior, no trato de llevar a cabo un análisis socrático de la realidad, es decir, una aplicación mayéutica de la famosa sentencia que versa “Sólo sé que no sé nada” y que raramente se ha empleado de forma certera…

A lo largo de los años no he podido evitar escuchar comentarios despectivos o poco acertados sobre la Catedral de Valladolid de los cuales todos eran dirigidos a tres consideraciones: la fealdad de la fachada (para gustos los colores), la no finalización de la obra por diversos motivos (toda una verdadera leyenda urbana) y la comparación de ésta con el carácter de sus ciudadanos (el sambenito que habremos de sufrir por los siglos de los siglos…).

Los monumentos, a semejanza de las personas, poseen una historia que viene comprendida en un espacio de tiempo y en una perspectiva cultural, económica, social y política que la hacen distinta y única del resto. La belleza sólo es una cualidad aplicada arbitrariamente por el gusto subjetivo del individuo pero la apariencia de un edificio, de un hombre o una mujer es reflejo de la sociedad y época a la que pertenecen.

Por lo tanto, lo que aquí pretendo, de forma abreviada, es dar a conocer a todos esos que hacen de su ignorancia un estandarte, las transformaciones y vicisitudes que sufrió este monumento a lo largo de los siglos para entender su estado en la actualidad y poder juzgar con conocimiento de causa.

El nacimiento de la catedral vallisoletana viene ligada con el de la ciudad a manos del señor de la villa, el Conde Ansúrez, quién se hizo cargo de ésta por la concesión de Alfonso VI de Castilla durante la Baja Edad Media.

En aquel tiempo era habitual consagrar la ciudad a un santo para recibir protección y orientación de este. Santa María fue la elegida para tal cometido y el asentamiento para el edificio religioso el de la actual catedral. El estilo románico definía su estructura como en el resto de Europa durante los s. XI, XII y parte del s. XIII. El elevado sentimiento religioso que siempre ha caracterizado a las ciudades castellanas se refleja en una distribución que conjuga elementos romanos, prerrománicos, bizantinos, germánicos y árabes para la exaltación y representación del arte cristiano. De ahí la sobriedad de una fachada que se conservaría también en los edificios posteriores.

La primera colegiata fue destruida tras la donación de este edificio por el Conde Ansúrez a su primer Abad para la construcción de una segunda que cumpliera con las expectativas de éste. Se dice que sólo fue conservada la torre aunque no hay documentos que verifiquen este dato.

Mientras, en otros lugares como Salamanca o Segovia también eran erigidos distintos monumentos que, en el fondo, no eran más que representaciones de la grandeza de la ciudad. El Cabildo de Valladolid considerando ese factor decidió llevar a cabo una nueva colegiata que superase a todas las existentes. Gil de Hontañón o Diego de Riaño fueron algunos de los arquitectos que se ocuparon de este proyecto pero que no lograron culminar. Las causas son desconocidas aunque todo apunta a que el abandono pudo ser debido a la falta de medios económicos.

En 1589 se inició la construcción de la actual catedral con el proyecto ideado por el arquitecto Juan de Herrera. Era el más ambicioso que se había llevado a cabo hasta la fecha. La idea inicial era unir esta edificación con la iglesia de Santa María de La Antigua conservando el estilo románico y desplegando su grandeza en extensión y no en altura. Lo que nadie sospechaba es que terminaría de la misma manera que su antecesora.

La colegiata sin terminar fue la cantera usada para el inicio de las obras. Una de las primeras controversias fue el abandono del arquitecto para embarcarse en la construcción de San Lorenzo de el Escorial por mandato del rey. A. Churriguera fue llamado a Salamanca para continuar con el proyecto.

En 1746 comienzan los problemas con la estabilidad de la torre y las técnicas que en ella se aplicaron no fueron suficientes para asegurarla. De esta manera, en 1755, fecha en la que se sucede el terremoto de Lisboa, tal vez el más destructivo y mortal de la historia, la base quedó totalmente dañada por las ondas sísmicas provocando su caída posteriormente en 1841.

En 1922, la falta de medios económicos provocó el uso de la misma catedral como cantera para poderla concluir de alguna manera dejando un aspecto muy lejano al ideado inicialmente. Desde 1960 se han hecho diferentes mejoras pero el proyecto original ha sido definitivamente abandonado.

Una vez más, la falta de liquidez provocó la austera decoración del interior que es compensada por el archivo musical que posee con más de 6000 obras. En nuestros días es único en España, un tesoro musical que no ha dejado de crecer desde el s.XII.

Tal vez no sea una gran catedral en comparación con otras pero es resultado de una historia no exenta de complicaciones y, conocerla, es comprender el por qué de su estado actual y valorarla por ello.
Vanesa

miércoles, 25 de junio de 2008

El hambre puede morir

El hambre puede morir,
Si lo matamos de hambre

Me levanto cuando suena un despertador
Busco en mi armario entre mi ropa,
Me lavo mi cara, uso colonia,
Desayuno cereales y galletas,
Trabajo, estudio, vivo y muero
Llega la noche y duermo...

Ha pasado un día,
veinticuatro horas,
mil cuatrocientos cuarenta minutos
y veinticinco mil muertos.

El hambre se alimenta de nuestras vidas,
De nuestros vicios y costumbres,
Se alimenta de nuestra ignorancia y ceguera,
De la desesperanza, del conformismo.

Pocos somos los que viajamos en este tren de vida
Aunque tantas veces nos parezca que somos demasiados.
Viajamos en vagones, de primera, de segunda...
Mientras otros muchos, demasiados, alimentan las calderas.
Es un tren de alta velocidad:
más de 1000 muertos por hora
y nunca ha dejado de acelerar.
No te engañes, no llevas un tren de vida
Tu tren, nuestro tren... es de muerte.

Pero el hambre puede morir,
Si dejamos de alimentarlo.

¿Estás dispuesto a saltar del tren?
No esperes que haya ninguna parada,
No esperes que reduzca su velocidad,
Ahora o nunca...
Salta
Emilio

domingo, 22 de junio de 2008

Teoría de las llaves

Las llaves son estos pequeños artilugios que empleamos para abrir cerraduras, las cuales guardan todo lo que queremos proteger de terceras personas. De la misma manera, la vida nos cierra el paso a experiencias a las que solo podemos acceder si tenemos la llave adecuada. La búsqueda de estas llaves, las que abren las puertas del futuro, forma parte de nuestra vida cotidiana. No es más que un proceso de aprendizaje constante, de adquisición de más y más llaves.

Ahora bien, esto es solo una imagen sesgada de la realidad, porque para poder abrir una puerta primero hay que llegar hasta ella. Para poder aprovechar una oportunidad primero hay que tenerla. Pero, ¿las puertas aparecen ante nosotros o somos nosotros los que las buscamos?

Guiados por nuestra experiencia podríamos pensar que la vida es lineal porque solemos tener la sensación de que cada puerta que nos encontramos requiere de una llave diferente para abrirla. Es decir, una puerta nunca es igual a la anterior. La vida no vuelve a un mismo punto y es lineal. Sin embargo, vemos a nuestro alrededor personas capaces de abrir puertas sin esfuerzo, como si las pocas llaves que tuvieran les sirvieran para abrir todas las puertas. Aunque también es posible que en estos casos las puertas se repitan, que la vida sea circular, y que nos lleve de vez en cuando a un mismo punto pasado.

Muchos caminos parecen guiarnos hacia las puertas que queremos cruzar, pero sólo son realmente válidos aquellos que nos proporcionan las llaves adecuadas para abrirlas. Lo importante no es llegar hasta la puerta, sino obtener la llave que la abra cuando ésta se nos presente. Es más, el proceso de búsqueda de dicha llave es el que nos lleva ante la puerta que se abre con ella. Si nos encontramos ante una puerta de la que no tenemos llave es porque quizás no estamos destinados a cruzarla.

Independientemente de cómo hayamos llegado ante esa puerta, lo que nos interesa es tener la llave que la abre, la llave adecuada. Justo cuando estamos delante de ella nos damos cuenta de que las puertas tienen un tiempo de vida corto, insuficiente para poder buscar la llave en ese momento, por lo que debemos llevarla encima cuando nos enfrentamos a ella. Ese gesto debe ser tan inmediato como cuando llegamos a casa, metemos la mano en el bolsillo, cogemos la llave y abrimos la puerta. Solo nos damos cuenta de las oportunidades desaprovechadas cuando las vemos pasar, de la misma forma que solo nos acordamos de la llave perdida cuando queremos volver a abrir lo que guarda.

En definitiva, cuantas más llaves obtengamos más opciones tenemos para abrir las puertas del futuro. Cuantas más puertas abiertas, más oportunidades. Cuantas más oportunidades, más experiencias. Cuantas más llaves…
Diego

jueves, 19 de junio de 2008

Desconcierto

Miré a mi alrededor y ante mí se extendían amplios terrenos, divididos en partes iguales cada uno de ellos. De hecho, yo me hallaba en el medio de uno, en un espacio cuadricular que parecía ser el centro aunque no sabía decir de qué.

El sudor pegaba la camisa a mi cuerpo mientras mi mente luchaba por recordar cómo había llegado a semejante lugar. Cerré los ojos, ese gesto con el que creemos que ayudaremos a la memoria a proyectar esas imágenes que buscamos. Nada. Sólo había un vacio donde líneas rectas pugnaban unas con otras por alcanzar una especie de simetría semejante a la que pisaba en esos momentos.

Y si ¿todo fuera un juego? ¿una broma de mal gusto?...No, no podía concebir que alguien pudiese jugar con la vida de otro de aquella manera.

Permanecía con los ojos cerrados, respirando profundamente, para tratar de calmar los nervios que atenazaban cada parte de mi cuerpo. Pero, poco a poco, mientras tomaba el control de mis extremidades, empezaron a aparecer puntos negros en mi mente. Se hallaban distantes, lejanos, creando una nube de polvo tras de sí que iba creciendo a medida que se acercaban.

Intenté volver a la realidad, fuese cual fuese en la que me encontraba. No podía. La desesperación y el miedo jugaban unidos en esta partida y yo era la ficha sobre la que apostaban.

Me concentré en las figuras. Con cada paso distinguía extremidades extrañas, amorfas que parecían deslizarse por la superficie arenosa. No conseguía apreciar en ellas ningún signo distintivo de humanidad y, aún así, me resultaban desconcertantemente familiares.

Las nubes de polvo se iban unificando junto con un ruido ensordecedor resultado del numeroso conjunto formado por aquellos seres, como un ejército a punto de engullir a un solo individuo que su máxima falta era estar en ese lugar por equivocación.

Necesitaba pensar. Uno, dos, tres,…y diez. El ruido cesó. Alcé la vista y allí estaban. No podía creer lo que veía y sin embargo no había duda alguna sobre su identidad. Un grito intentó salir de mi boca y entonces pude abrir los ojos.

No recordaba haberme puesto de rodillas pero allí estaba, jadeando por la impresión, mirando sin ver e intentando sobreponerme a todo lo que estaba sucediendo.

Pudieron transcurrir segundos, minutos e, incluso, horas hasta que me atreví a moverme. Lentamente me erguí sin dejar de mirar al suelo y, una vez más, volví a contar pausadamente.

Uno, dos, tres…y diez. Levanté la mirada y…allí estaban, observándome, aguardando pero…¿a qué?

Entonces desperté. Me encontraba en mi estudio, con una hoja pegada a mi cara todavía sin entender que había sucedido pero seguro en el ambiente acogedor de lo conocido. Sólo ha sido una pesadilla, pensé. Me despegué con cuidado la hoja que todavía permanecía en mi mejilla y en aquel momento la oscuridad se iluminó.

Los seres eran números, las líneas rectas cuadrículas y la hoja….la hoja era un sudoku que pudo con mi paciencia y que consiguió cruzar la barrera onírica para seguir torturándome sin descanso, obligándome a terminarlo fuese de la manera que fuese.

Respiré, me encogí de hombros y pensé que siempre podía probar con los crucigramas….
Vanesa

lunes, 16 de junio de 2008

Canto a mí mismo

El viejo loco de dientes sudorosos que acosaba al joven Anderson en el mítico Club de los poetas muertos se escribió un poema sobre y para él mismo. Qué importante se sentía. O eso pretendía hacernos creer.

Yo (enfático, poderoso, ficticio) no me siento capaz de dirigirme ni tan siquiera una palabra. Hablo constantemente, sobre otros, sobre lo externo, sobre lo que me sucede o me gustaría que me ocurriera, lo que sueño, lo que temo, pero no me sé cantar. Si pudiera ponerme música sería entonces hiriente, se posaría en mi cerebro e invadiría mis sueños, mi razón se haría añicos y mi emoción sangraría en su lugar. No, no sé ni quiero cantarme a mí mismo

Así que te canto a ti. Es más fácil. Más cómodo. Más fructífero. Si le canto a un tú que me escuchas y desafino, sólo te duele a ti porque yo tapono mis oídos, corro la cortina y me convierto en las manos que hacen sombras chinescas, y en la voz de las carteleras del cine mudo. Mi refugio es tu conciencia, mi seguro tu desconcierto.

Por supuesto, también queda él. No obstante, la tercera persona adquiere tantas formas vivas e inhumanas que ni me libera de mi responsabilidad ni te permite desatender tu participación en nuestro texto. Un triángulo no es un armónico aunque así lo vendan. Las verdaderas tensiones se producen entre dos contrarios, versus uno contra el otro, hacia uno o hacia el otro.

Soy un timador que con palabras mudas te está robando la voz.
Vicky

viernes, 13 de junio de 2008

La primera batalla

- ¿Qué vas a hacer al respecto?
- Luchar, lucharé
- ¿Por qué vas a luchar?
- Es lo que deberíamos hacer todos, luchar contra todos esos secretos a voces de los que nadie habla pero que todos sabemos.
- ¿Crees qué eres el único que ha decidido luchar?
- No, hay mas, en realidad todo el mundo es un luchador, todo el mundo sabe manejar “el arma”.
- Pero, ¿cuántos deciden luchar?
- Pocos
- ¿Cuántos consiguen alguna pequeña victoria?
- Aun menos
- ¿Y cuántos vencedores no acaban dejándose llevar al bando contrario?
- Eso que mas da, yo lucharé
- ¿Crees que estas entre aquellos que están por debajo de pocos, por debajo de “aun menos”?
- Si...
- Escúchate a ti mismo, ¿realmente crees que sabes manejar “el arma”?
- Está bien, no me creo que sea uno de esos por debajo de “aún menos”
- Entonces, ¿qué conseguirás luchando?
- Probablemente, nada...
- ¿Vas a luchar por nada entonces?
- No, supongo que no
- Ven conmigo pues, te enseñare a usar “el arma” para defenderte, y deja las luchas para otros.
- No, yo deseo luchar, luchare hasta el final y si es necesario luchare por nada.
- ¿Has pensado en la gente que te rodea, que te quiere?, ¿crees que no se sentirán desgraciados por verte luchar por nada?
- Si, a lo mejor..., es posible
- ¿Y es que acaso no te importan?
- Claro que me importan, en gran parte lucho por ellos.
- Oh, claro, ¿crees que debes luchar por el bien de alguien, sabiendo que se sentirá algo más que desgraciado porque tu inicias esa búsqueda?
- ...
- Tomare ese silencio como un acto de comprensión, además sabes perfectamente que lo mas probable es que no consigas nada, ¿vas a causarles tristeza por nada?
- No, nunca haría eso
- Bien dicho, mira, por aquí tengo información sobre formas de lucha que no necesitan tanto sacrificio, puedes usarlas si quieres
- Si, tal vez en ellas consiga algo
- Lo mas importante es que con ellas no perderás nada, podrás seguir con tu vida y pronto, cuando comiences a prestar atención a aspectos mas importantes, te darás cuenta de lo que te hubieras podido perder, te puedo asegurar que serás más feliz. ¿No crees que es maravilloso?
- Si, pero, por qué me siento tan mal, tan inútil, por qué siento que me he traicionado.
- No digas eso, vas a seguir luchando como lo hace mucha gente, mucha gente que piensa como tu, mucha gente que cree que se puede luchar y a la vez convivir, ¿no te das cuenta de que estas haciendo lo mejor?
- Si, supongo que... un momento, ¿Por qué me has cambiado, por qué tratas de cambiarme?
- Por tu bien, por supuesto
- ¿Acaso crees que debes cambiar a alguien “por su bien”, sabiendo que ese alguien se sentirá algo mas que desgraciado porque tu realizas ese cambio?
- Lo que te propongo es lo mejor para ti y para todos, dentro de un poco de tiempo me lo agradecerás
- Sabes, empiezo a pensar que mis seres queridos me agradecerán dentro de un poco de tiempo que inicie la lucha
- ¡NO!... no sabes lo que dices, ¡estás loco!...
- Te veo nervioso, acaso tienes miedo de mi “arma”? , ¿de que use mi “arma” para algo mas que para defenderme?
- No, claro que no,... pero me parece absurdo que luches por nada, digno de un loco.
- No, no estoy luchando por nada, todo lo contrario, ya he conseguido mi primera victoria, y por cierto, seguiré luchando.
- ¿Tu primera victoria?
- Si, ante ti
- ¿Ante mi?
- Si, ¿qué vas a hacer al respecto?
- Luchar, lucharé
- ¿No me digas que empiezas a pensar que merece la pena luchar por nada?
- ...
- Tomaré ese silencio como un acto de comprensión,... o mejor dicho: de rendición.


“ Tras vencerte a ti mismo comienza la guerra ”
Emilio

martes, 10 de junio de 2008

Rutina

Luz de la mañana. Despertador. Cama. Ventana. Despertador. Cama. SUEÑO. Levantar. Servicio. SUEÑO. Butano. Butano. Ducha. Ducha. Comienzo. Cafetera. Café. Leche. Azúcar. Cucharilla. Tostada. SUEÑO. Mantequilla. Untar. Derretirse. Languidecer. Debilidad. SUEÑO. Trafico. Velocidad. Atasco. Beso. Bajar. Subir. Ahora sí. Atención. Sentarse. Boton. Ratón. Levantarse. Cafetera. Café. Azucar. Leche. Sentarse. Leer. Correo. Raton. Mover. Levantarse. Cigarro. Hablar. Escuchar. Hablar. Trabajar. Pensar. Mover. Ratón. Levantar. Mover. Escuchar. Servicio. Trabajar. Sonar. Levantar. Bajar. Andar. Ejercício. Leer. Caminar. Hablar. Llegar. Servicio. Comer. Hablar. Descansar. Café. Dormir. Leer. Leventar. Subir. Cepillar. Lavar. Bajar. Subir. Movimiento. Velocidad. Poco tráfico. Llegar. Beso. Bajar. Subir. Saludar. Sentar. Botón. Ratón. Abrir. Leer. Pensar. Trabajar. Trabajar. Café. Trabajar. Cigarro. Hablar. SUEÑO. Llegar. Bajar. Abrir. Entrar. Servicio. Cambiar. Sentar. Beber. Cigarro. Ver. Hablar. Cocinar. Cigarro. Hablar. Cocinar. Comer. Recoger. Cigarro. Beber. Ver. Hablar. Escuchar. Ver. Hablar. Escuchar. Cigarro. Levantar. Apagar. Cerrar. Lavar. Cepillar. Desnudar. Hablar. Beso. Caricia. Beso. Caricia. Sexo. Dormir. Dormir.Dormir. Despertador. Luz de la mañana...RUTINA
Dani

viernes, 6 de junio de 2008

La llamada

Allí estaba. Una noche más frente a la ventana sujetando una copa de vino mientras se decía a si mismo que sería la última de la noche. No había el suficiente para calmar la sed que le ardía por dentro.

Y, allí estaba yo, Una noche más observándolo en la distancia, sintiéndome incapaz de calmar su dolor. Hacía tiempo, no recordaba cuanto, que no hablábamos.

El teléfono rompió el silencio que impregnaba la habitación. Sus ojos buscaron ciegos el lugar de donde procedía el sonido, aún pugnando por salir del hipnotismo que los embargaba. Lentamente, abandonó la compañía del frío vidrio y posó su mano sobre el teléfono mientras se debatía en la duda de si debía descolgarlo o no. Finalmente, levantó lentamente el auricular y con una voz apenas audible respondió a la llamada.

Murmullos, palabras a media voz acrecentaban mi impaciencia. Con pasos lentos me aproximé a su espalda. Por un momento el olor de su perfume me hizo olvidar todo lo que me rodeaba, sólo quería abrazarlo, hacerle saber que todo iría bien, que juntos lo superaríamos pero…de mi boca no surgía sonido alguno.

Fue entonces cuando escuché la voz que hablaba al otro lado del teléfono. Era una mujer que, junto con palabras de consuelo, esgrimía todo tipo de argumentos para hacerlo salir de casa siempre con su inestimable compañía, claro.

No pude escuchar más, las lágrimas se escapaban de mis ojos sin poder hacer nada para detenerlas. Torpemente me acerqué a la cama, mis piernas temblaban y sentía cómo el frío atenazaba cada parte de mi cuerpo. No podía pensar con coherencia, no entendía nada, miles de imágenes se agolpaban ante mis ojos sin dejar de escuchar en ningún momento la voz de aquella mujer.

Entonces sentí su presencia, me giré y vi como sus manos tapaban un rostro que esbozaba una mueca de dolor que no había visto antes en él. La sorpresa y el miedo me atenazaron, no podía respirar, no podía reaccionar, no podía…no podía…

Todo estaba oscuro. Aún me dolía la cabeza. Con esfuerzo me volví buscándolo a mi lado y…allí estaba, con los ojos cerrados, una sonrisa en sus labios y un marco que abrazaba en su pecho. Mi mano temblaba tras arrebatárselo. En la foto salíamos los dos, sonriendo, radiantes, disfrutando el uno del otro en una de esas pequeñas escapadas que nos hicieron inseparables. No pude evitar sonreír, no recordaba haber sido tan feliz en otro momento de mi vida, hasta que vi la nota que surgía en una de las esquinas.

Rápidamente me volví, sentí la frialdad que desprendía su cuerpo. No, no podía ser, no podía abandonarme, no le había dicho todo lo que le necesitaba, todo lo que lo amaba…se lo reclamaba una y otra vez golpeando su pecho, le exigía despertar llevada por la desesperación sin prestar atención a las pastillas que aún se encontraban a su alrededor hasta que una mano se posó en mi hombro…

Las nubes empezaron a despejarse dejando salir la brillante luz del sol. Al final íbamos a tener suerte y disfrutaríamos de buen tiempo ese fin de semana. Le sonreí mientras conducía a pesar de su continuo enfado y es que no era la primera vez que nos habíamos perdido ese día. No importaba, estábamos juntos y eso era suficiente para mí. Me volví con la intención de disfrutar del paisaje cuando todo se volvió negro y….

….y ahora todo cobraba sentido. El día se volvió noche mientras el ruido de hierros entrelazándose enmudecía nuestros gritos. La visión se tornó carmesí, sirenas se escucharon en la lejanía y el dolor fue la única realidad que sentía.

Poco a poco el frío consiguió adormecerlo, ninguna de mis extremidades obedecían las ordenes que trataba de enviarle. Dejé de sentir su mano aferrada a la mía y las súplicas que resonaban en mis oídos se fueron silenciando. El pánico fue sustituido por la oscuridad, la oscuridad por la nada.

Levanté la mirada y allí estaba él. Observó su cuerpo durante un momento para después mirarme con una expresión en sus ojos donde el amor no podía ocultar la culpabilidad que le había torturado esos largos meses, esos en los que no habíamos intercambiado palabras ni miradas…

Todo encajaba: la distancia, el frío, el mutismo….pero todo había acabado. Ya no volvería a estar sola y la sonrisa del ayer perduraría en el mañana, lo sabía y me lo repetía una y otra vez mientras nos uníamos en un abrazo…
Vanesa

martes, 3 de junio de 2008

Madrugada vallisoletana

Te levantarás un día muy temprano y te preguntarás, mientras buscas las zapatillas con los pies desnudos y helados despotricando contra este afilado invierno castellano, por qué no te has ido a vivir con tus amigos los aventureros a los mares del sur, donde seguro que se está bien calentito por dentro y por fuera, por el sol y por los (o las) que están debajo de él.

Te sentarás como quien reza a Dios, mirada perdida y gesto concentrado, ante el tazón de algo parecido a cereales y permanecerás así al menos 20 minutos intentando retornar a ese sueño resbaladizo que se niega a abandonar las sábanas y seguirte en esta mañana noctámbula.

Te buscarás a ti mismo en el espejo del aseo. Ése que te es tan familiar, con lamparones de dentífrico semejantes a los formados por el fango en las pocilgas, arte posmoderno que siempre te olvidas de limpiar. Te encontrarás justo el instante previo a ahogarte en el agua estancada de tu áspera cerámica, en un intento frustrado de olvidar que aún ves las estrellas y que el tiempo apremia en la ciudad.

Te deslizarás entre las baldosas de tu cuarto, seguirás la rutina (calzoncillos, calcetines, pantalones y camisa), recogerás tu portátil con un brazo, el otro compartido por el abrigo y las llaves, la correa de tu reloj de imitación se resiste a seguir las indicaciones de tus dientes.

Cuando el primer vecino sale al descansillo y ve la ventana abierta, entiende de inmediato por qué hace tanto frío, entonces la cierra y escribe la queja al presidente “conductas como ésta son las que suponen un gasto extra de calefacción, una reunión extraordinaria y una derrama estratosférica. Ya es hora de que la señora de la limpieza se preocupe de cerrar las ventanas tras los suicidas”.
Vicky

domingo, 1 de junio de 2008

Nudos de mi hilo

¿Lo has pensado alguna vez? ¿Por qué a él o a ella? ¿Por qué a este y no a aquel? ¿Por qué yo y por qué tú?

Toda ciudad esconde un enigma difícil de resolver, una ecuación realmente compleja. Los hilos de cada vida se mueven de un lado a otro, trazando patrones y desvelando costumbres.... y de pronto, sin previo aviso, dos hilos se cruzan.

Hay hilos que se cruzan millones de veces y nunca ocurre nada, cada uno sigue tejiendo su “destino” por su lado... sin embargo, hay momentos en el que el milagro ocurre: Dos hilos se cruzan de tal forma que se hace un nudo. El primer nudo es pequeñísimo, casi imperceptible en nuestro largo hilo, pero supone una fuerza, tira un poco de nosotros.
De pronto los dos hilos vuelven a cruzarse, nos encontramos ante un doble nudo, mucho mas fácil de percibir y mas difícil de deshacer. Luego viene uno triple, cuádruple, quíntuple, incluso hay hilos entre los que se hacen tantos nudos que, a simple vista, parece imposible que uno pueda alejarse sin tirar del otro hacia si.
Hay veces que dos hilos se alejan para nunca volver a cruzarse, pero si el nudo que les unió es fuerte, siempre quedará ahí. Será una lazada que ha cambiado lo que son.

Y poco a poco, mientras vamos haciendo nudos con diferentes hilos se va tejiendo nuestra red. Algunos prefieren una red de pocos nudos pero muy sólidos, otros buscan tener una amplia red pero, tal vez, menos resistente. Puede que en el término medio este la virtud... pero cada uno escogemos (o no) que forma dibujará nuestra red.

¿Os habéis fijado?, ha pasado casi invisible ante nuestros ojos... pero a un buen lector le habrá llamado especialmente la atención. Me refiero, por supuesto, al “(o no)”.
Y es que, ¿hasta que punto esta en nuestra mano el decidir con qué hilo cruzarnos? ¿hasta que punto podemos decidir que de este cruce se cree un nudo?. Piénsalo, escoge a una persona importante en tu vida, cuyo hilo y el tuyo estén realmente entrelazados y rastrea su recorrido. Ten cuidado, procura no deshacer ninguno de los nudos, no me hagas sentir culpable. Viaja hacia atrás, recorre tu hilo de vuelta y busca el primer nudo. Incluso puedes ir mas atrás, ¿qué nudos condicionaron que estuvieras allí en ese momento?, ¿qué decisiones te llevaron hasta ese punto?, ¿cuáles fueron los aciertos y los errores, la desgracia y la fortuna que encontraste en aquel camino?, ¿cuáles fueron las fuerzas que te acercaron a aquel “inofensivo” hilo?... incluso puedes viajar mas atrás y lanzar las mismas preguntas sobre el origen de aquellos nudos que generaron esas fuerzas...

No, no me he vuelto loco. Creo firmemente en la libertad, en nuestra capacidad de decisión, en que podemos elegir...pero, si es cierto el dicho de: “tu libertad acaba donde comienza la del otro” ... hay miles de puntos en los que, si nos damos cuenta, nuestra libertad ha acabado y la del otro también. Nadie elige que así sea, pero así es, nadie elige que sea allí, pero allí es. Esos “puntos suspendidos” son el lugar exacto donde se crea el primer nudo... un nudo que puede cambiarlo todo, o no cambiar nada.
¿Azar? ¿Destino? ¿Suerte? ¿Providencia?
Tal vez alguien que conozca la técnica de encaje de bolillos pueda darme la respuesta.
Emilio