sábado, 28 de junio de 2008

La catedral desconocida

Dicen que la ignorancia provee de felicidad pero en ningún caso confiere la transformación de opiniones en verdades universales. Todo el mundo tiene derecho a expresar opiniones que no son más que comentarios subjetivos acerca de algo. Sin embargo, se tornan en ofensivas o despreciables cuando las personas que las enuncian desconocen aquello sobre lo que muestran opinión formulándolas con una vehemencia y fervor que confieren un carácter autoritario de las mismas.

Aunque amplio es el campo donde podríamos aplicar la reflexión anterior, no trato de llevar a cabo un análisis socrático de la realidad, es decir, una aplicación mayéutica de la famosa sentencia que versa “Sólo sé que no sé nada” y que raramente se ha empleado de forma certera…

A lo largo de los años no he podido evitar escuchar comentarios despectivos o poco acertados sobre la Catedral de Valladolid de los cuales todos eran dirigidos a tres consideraciones: la fealdad de la fachada (para gustos los colores), la no finalización de la obra por diversos motivos (toda una verdadera leyenda urbana) y la comparación de ésta con el carácter de sus ciudadanos (el sambenito que habremos de sufrir por los siglos de los siglos…).

Los monumentos, a semejanza de las personas, poseen una historia que viene comprendida en un espacio de tiempo y en una perspectiva cultural, económica, social y política que la hacen distinta y única del resto. La belleza sólo es una cualidad aplicada arbitrariamente por el gusto subjetivo del individuo pero la apariencia de un edificio, de un hombre o una mujer es reflejo de la sociedad y época a la que pertenecen.

Por lo tanto, lo que aquí pretendo, de forma abreviada, es dar a conocer a todos esos que hacen de su ignorancia un estandarte, las transformaciones y vicisitudes que sufrió este monumento a lo largo de los siglos para entender su estado en la actualidad y poder juzgar con conocimiento de causa.

El nacimiento de la catedral vallisoletana viene ligada con el de la ciudad a manos del señor de la villa, el Conde Ansúrez, quién se hizo cargo de ésta por la concesión de Alfonso VI de Castilla durante la Baja Edad Media.

En aquel tiempo era habitual consagrar la ciudad a un santo para recibir protección y orientación de este. Santa María fue la elegida para tal cometido y el asentamiento para el edificio religioso el de la actual catedral. El estilo románico definía su estructura como en el resto de Europa durante los s. XI, XII y parte del s. XIII. El elevado sentimiento religioso que siempre ha caracterizado a las ciudades castellanas se refleja en una distribución que conjuga elementos romanos, prerrománicos, bizantinos, germánicos y árabes para la exaltación y representación del arte cristiano. De ahí la sobriedad de una fachada que se conservaría también en los edificios posteriores.

La primera colegiata fue destruida tras la donación de este edificio por el Conde Ansúrez a su primer Abad para la construcción de una segunda que cumpliera con las expectativas de éste. Se dice que sólo fue conservada la torre aunque no hay documentos que verifiquen este dato.

Mientras, en otros lugares como Salamanca o Segovia también eran erigidos distintos monumentos que, en el fondo, no eran más que representaciones de la grandeza de la ciudad. El Cabildo de Valladolid considerando ese factor decidió llevar a cabo una nueva colegiata que superase a todas las existentes. Gil de Hontañón o Diego de Riaño fueron algunos de los arquitectos que se ocuparon de este proyecto pero que no lograron culminar. Las causas son desconocidas aunque todo apunta a que el abandono pudo ser debido a la falta de medios económicos.

En 1589 se inició la construcción de la actual catedral con el proyecto ideado por el arquitecto Juan de Herrera. Era el más ambicioso que se había llevado a cabo hasta la fecha. La idea inicial era unir esta edificación con la iglesia de Santa María de La Antigua conservando el estilo románico y desplegando su grandeza en extensión y no en altura. Lo que nadie sospechaba es que terminaría de la misma manera que su antecesora.

La colegiata sin terminar fue la cantera usada para el inicio de las obras. Una de las primeras controversias fue el abandono del arquitecto para embarcarse en la construcción de San Lorenzo de el Escorial por mandato del rey. A. Churriguera fue llamado a Salamanca para continuar con el proyecto.

En 1746 comienzan los problemas con la estabilidad de la torre y las técnicas que en ella se aplicaron no fueron suficientes para asegurarla. De esta manera, en 1755, fecha en la que se sucede el terremoto de Lisboa, tal vez el más destructivo y mortal de la historia, la base quedó totalmente dañada por las ondas sísmicas provocando su caída posteriormente en 1841.

En 1922, la falta de medios económicos provocó el uso de la misma catedral como cantera para poderla concluir de alguna manera dejando un aspecto muy lejano al ideado inicialmente. Desde 1960 se han hecho diferentes mejoras pero el proyecto original ha sido definitivamente abandonado.

Una vez más, la falta de liquidez provocó la austera decoración del interior que es compensada por el archivo musical que posee con más de 6000 obras. En nuestros días es único en España, un tesoro musical que no ha dejado de crecer desde el s.XII.

Tal vez no sea una gran catedral en comparación con otras pero es resultado de una historia no exenta de complicaciones y, conocerla, es comprender el por qué de su estado actual y valorarla por ello.
Vanesa

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