domingo, 31 de agosto de 2008

Silencio

Al escuchar sus palabras no podía creer que fuera verdad todo aquello que estaba diciendo. Nunca pensé que la situación fuese tan grave. Un nudo atenazó mi garganta para evitar cualquier expresión que delatase la turbación que sentía por dentro.

Abrí la boca para intentar calmar la situación, para acallar su miedo que era mi miedo, para decirle que todo iría bien y que solo era un pequeño bache en el camino. No salió nada, ni siquiera recordaba lo que mi mente había acordado hasta hacia un pequeño instante de que sería lo correcto, de lo que esa persona necesitaba escuchar de mí.

En mi interior se debatían las ganas de abrazarle, de mirarle sin que ninguna lágrima cayese por mi rostro, de hacerle saber que el dolor era tan intenso porque más lo era el amor que sentía por él, que solo con pensar en la posibilidad de que nos separásemos me encontraba perdida, que la vida sólo sería un libro con páginas en blanco.

Desvié la mirada. Sabía que podía pensar que le estaba dando la espalda pero necesitaba recuperar el control de mí, de mis pensamientos, de mis acciones para poder darle las fuerzas que necesitaba para seguir. Era incapaz. Mis sentimientos pugnaban unos contra otros, no podía escucharlos, no podía entenderlos porque solo podía prestar atención a un murmullo que los superaba a todos, a un murmullo donde el vacio se convertía en un pequeño refugio dentro de un mundo cruel y vengativo: el silencio.

Miré sus ojos. Se movían nerviosos, buscando una respuesta de mis labios para calmar sus ansias. De nuevo abrí la boca y de ella salió silencio. Entonces entendí que mi alma ya había expresado en ese silencio todo lo que sentía y en ese caos de sentimientos las palabras habían desaparecido hacia largo tiempo. Ya solo quedábamos él, yo y el silencio.
Vanesa

No hay comentarios: