miércoles, 29 de octubre de 2008

Una mochila

Hay mucha gente que odia las despedidas. Tal vez porque en ellas sale emociones y afloran sentimientos que nos cuesta mostrar a los demás.
Además, en cada despedida nos fijamos sobre todo en ese componente que odiamos: estamos dejando atrás algo... cuando en realidad lo que hacemos es cerrar una etapa, completándola dentro y fuera de nosotros.

Pondré un ejemplo: Una mochila
Durante cada etapa de nuestra vida llevamos una mochila con nosotros. En nuestra mochila vamos metiendo vivencias, experiencias y recuerdos. Pero llega un momento en el que debemos partir a otro lado, hay que irse a otro lugar, hay que comenzar algo nuevo... ley de vida amigos. Pero, ¿y que hacemos con nuestra mochila?

A veces pensamos que la despedida es el momento en el que dejamos nuestra mochila atrás. Ya no entrará nada nuevo en ella ya no sirve, la dejamos allí de donde partimos hasta que la propia mochila se convierte en recuerdo.

Para mí, la despedida es el momento en el que se cierra la mochila. La etapa ha finalizado, ya no entrará nada nuevo... sin embargo esa mochila será parte de mi equipaje en mi próxima etapa. La mochila no queda atrás, va conmigo... forma parte de lo que soy.
La despedida es precisamente ese importante momento en el que cerramos todas las cremalleras y todo queda atado, nos ajustamos las correas y se dice aquello que ya no tendrá mas momentos para ser dicho.

Salir por la puerta de atrás, irnos sin despedirnos, hace que nos llevemos nuestra mochila abierta. Muchas cosas se caerán de ella, de verdad, no merece la pena.

Cierra bien tus mochilas. Aprende a cerrar etapas y el pasado nunca será una carga.

Emilio

miércoles, 22 de octubre de 2008

ANIVERSARIO

Lo que voy a decirte podría parecer un juego lingüístico, una de estas paranoias de alma adolescente aún intacta, época hostil e inevitable, envidiada sólo en la madurez... ves, ya me enrollo, como dicen nuestros hijos, o como dirán, o como dirían, porque la verdad (ves, ya salió de nuevo mi expresión favorita, de la que te burlas a veces con cariño, las más con humor de sal gruesa o gorda, como me veo cuando me miro en el espejo y me digo como como como), es que no sé si quiero seguir a tu lado, quizá porque puedo ver el futuro y en él todo sigue igual, y vamos a trabajar, buscamos a los hijos de los que siempre hablamos, volvemos a casa, nos entretenemos en juegos absurdos, repetidos, visuales, y no nos miramos hasta que nos encontramos en la cama, cara a cara (en mi prolepsis mi ocio continúa contando los lunares de tu espalda), y seguimos como si quisiéramos aumentar la camada, nos creemos seres vivos, esas células que nacen, se reproducen y mueren, aunque con la aceptada salvedad de que cumplido el deber, obviamos lo segundo, el noventa y nueve por ciento de las veces... y no se trata de economías, la vida es dura y cara, sino de falta de fe en nosotros, te busco por las noches sólo cuando no tengo ganas de hacer todo solitaria, no soy la única, y tú lo sabes, lo noto, que de vez en cuando roba minutos al sueño para sentirse falsamente libre.

Somos dos extraños que serán extraños más allá de la muerte. Por eso te escribo ahora, por qué dejarlo para más adelante: al menos para que sepas que el interés es mutuo... y la rutina cobarde.

Vicky

domingo, 19 de octubre de 2008

Las cadenas de la vida

Con el tiempo las cuatro pareces que lo rodeaban se hicieron más opresivas. De nada ya servían los inmensos tesoros que la adornaban. En un principio era un inmenso placer observar, estudiar, valorar hasta el mínimo detalle de cada pieza. Se imaginaba al artesano labrando con sumo cuidado y amor los numerosos ornamentos sin que sus manos dudasen en el trazado o se detuviesen por el grado de dificultad que implicaban. En su fuero interno siempre los había envidiado por ser creadores de tales bellezas.

Entre todas esas maravillas había una que especialmente le deleitaba mirar. Era un brazalete de oro macizo donde las formas representadas se fundían a su alrededor con el azul intenso del lapislázuli. En ella, dos dioses se daban la espalda representando cada una de las fuerzas del bien y del mal. Ante ellos, los esclavos se arrodillaban pidiendo ser acogidos por su gracia. Al menos eso era lo que él entendía puesto que no sabía descifrar la compleja escritura egipcia. Solo unos pocos privilegiados tenían acceso a ella.

¿Cómo escapar de la condición ligada a su existencia? ¿Cómo escapar de las cadenas de la vida? Silencio. Se lamentó por su posición en la vida terrenal sabiendo que su vida en el más allá no gozaría de mejoras notables. Pero hasta entonces, no podía hacer otra cosa más que esperar, así que volvió la vista hacia el brazalete para sentir por esos esclavos la misma compasión que sentía por él mismo. Ellos pervivirían a través de los tiempos en aquel grabado y él…él permanecería siglo tras siglo en la tumba de su amo, de su Faraón para servirle en la muerte igual que en la vida.
Vanesa

martes, 14 de octubre de 2008

La última hoja del otoño


En ella se agrupaban todas las fuerzas
pero ella trataba de no caer
luchaba por mantenerse en pie.

Había visto como caían
todas aquellas hojas, todas aquellas vidas
había presenciado su descenso
y deseosa de no seguir su caída
su alma a su árbol se había atado.

Y llegó el último día del otoño
solo ella se mantenía viva
y desde su altura pudo ver
los sollozos de una preciosa niña.
Cuando una lágrima vio caer
deseó estar en el suelo donde caería
para poder sentir la pena que ella sentía
para poder tomar esa tristeza y compartirla.

Y su deseo se hizo realidad

Comenzó a dejarse por el viento llevar
y por primera vez en su vida se vio libre
y libre voló hasta caer
a los pies de una niña que la miraba en la caída

La niña tomó esa hoja entre sus manos...

“Mis lágrimas al caer
la hoja al volar
el frío invierno al venir
son todos símbolos
de que la primavera está cada vez mas cerca”

Y acogiendo a esa hoja en su corazón
la niña sonrió.
Fue la hoja la que empezó a llorar de emoción
al sentirse parte de una primavera:
pues primavera no es una estación
es la sonrisa de una niña.

Emilio

lunes, 6 de octubre de 2008

Mensajes cortos

Nota de Emilio: Esta secuencia de caracteres, palabras y frases podrían llamarse "proyecto de poema corto que alcanzo su final prematuramente".
Lanzados al mundo no buscan agradar, ni convencer, ni buscan una pluma de la que nunca llegaron a nacer. Tal vez solo un poco de libertad y otros ojos desde los que mirar.

Gracias Jorge por unirte a nuestro proyecto.

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En medio de la calida noche , caminando. Pausado , sintiendo el frescor del aire al contacto con la ropa humeda. La maravilla de los pequeños brillos de los coches, antinaturales e imposibles de lograr.Cada uno de ellos ocultando una historia anhelando ser descubierta. Un caos de sonidos llega a mi, pero es caos formado por orden, todo encaja, sonidos luces, caras. Es lo que deseo, es mi ciudad

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Miradas al vacio.
Ese lugar donde descansan los hastiados guerreros de batallas sin sentido.
Anhelantes de cualquier cambio porque el peor de los finales ,no es sino una salida de ese purgatorio donde habitan

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Moviendome entre el odio y la desesperacion usando por motor el miedo

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Y asi sin avisar de nuevo amanece y te ciega la luz calida.
Te recuerda el que y el quien.
Y la unica nube es el miedo al añochecer

Jorge

viernes, 3 de octubre de 2008

El desafio II

Nadie le había visto. No sabía cómo había sucedido, pero había conseguido escapar de las mazmorras de la terrible Bruja. En un pequeño descuido del carcelero, se escondió con hábil destreza entre las sombras bajando las escaleras que le separaban en su camino hacia la libertad. La terrible ingesta de aquella papilla marrón todavía se retorcía en su estomago pero la vida de un intrépido explorador estaba llena de pruebas a superar…aunque esa había sido demasiado dura.

Con paso decidido cruzó la gruta que conducía hacia las cálidas arenas de un desierto que ahora parecía acogedor. Tras una duna, con corazón palpitante, se aseguró de que nadie le hubiese seguido. Cómo le gustaría ver la expresión de la Bruja cuando descubriese que había superado su estrecha vigilancia… pero para entonces deseaba estar lo más lejos posible de sus dominios.

Aguardó pacientemente. Sabía cuál era el camino más corto que conducía a su nave. Debía ser cauto y a la vez audaz. Para poder llegar a ella debía superar un peligro semejante al poder de la Bruja: la Duna del Suicidio. El mero hecho de mencionarla le erizaba cada pelo de su cuerpo pero nada se interpondría en su propósito.

Miró hacia arriba e intentó evitar calcular la altura que interfería en su camino. Cogió aliento y con paso firme, o eso al menos trataba que pareciese, subió poco a poco parándose solo a secar el sudor que perlaba su frente.

Sin aliento llegó a la cima de la duna. Pocos habían culminado una subida tan peligrosa pero era comprensible, no todos tenían la experiencia que él había acaparado tras largos años. Se tomó unos minutos para contemplar el paisaje. La satisfacción que sentía en esos momentos hacía olvidar las penurias que había pasado para llegar hasta allí.

Pero las alegrías duran poco. Unos gritos le hacen salir de su ensimismamiento y descubrir que una patrulla de siervos de la Bruja le pisan los talones. El temor se apodera de él sin permitirle pensar con coherencia. Se gira, puños amenazantes se aproximan y entonces...se jugó el todo por el todo.

Apresuradamente miró hacia abajo, se sentó automáticamente y se dejó caer por la superficie resbaladiza. Mientras bajaba fragmentos de sus pequeñas victorias asomaban a su mente y se preguntó si realmente había llegado su final….y entonces… sus pies tocaron un suelo firme y un suspiro de alivio escapó de su boca.

Todavía sobrecogido de su hazaña, se volvió, miró hacia arriba y con una mueca despectiva se burló de todos aquellos que pensaban que iban a poder con él. Ya nada podría pararle, ni asustarle: la huida había sido todo un éxito.

Y mientras….en una realidad paralela, todos los niños se alegraron de que por fin se hubiese tirado del tobogán sin dejar de preguntarse de donde habría salido ese niño tan raro, que se reía solo y se comportaba de manera tan extraña…
Vanesa