miércoles, 29 de abril de 2009

Una tarde de verano

Mientras corrían por los campos recordó lo agradable que era volver a estar con su prima. Hacía años que no podían disfrutar de una tarde como esa: con plena libertad para andar de aquí para allá sin mayores que las estuviesen diciendo constantemente lo que podían y no podían hacer. No era justo que las hubieran tenido tanto tiempo separadas.

Pero no podía distraerse, debía concentrarse en la carrera. Se habían apostado el postre de la cena en ver quién de ellas era más rápida. El objetivo era alcanzar la valla que había al final de la pradera en el menor tiempo posible. Debía darse prisa, su prima ya la sacaba un buen trozo y es que seguía siendo mejor que ella a pesar de sus esfuerzos por superarla.

Cuando eran más pequeñas sus largos rizos las confundían ante el resto de la gente. Era divertido ver las caras confusas intentando adivinar quién de ellas era la que tenían delante. A veces ella misma sentía miedo al reconocer en ella rasgos tan semejantes…

Llegó a su lado agachándose inmediatamente con la intención de recuperar el resuello. Nunca hubiera creído que le costaría tanto superar lo que en principio le había parecido una pequeña distancia. Al levantarse, su prima había desaparecido. Dónde se habría metido sin ella? ¿Estaría jugando al escondite sin decirle nada? Pues ahí tenía las de perder: dominaba ese juego y no iba a parar hasta encontrarla.

Miró a su alrededor buscando un lugar que permitiese la posibilidad de esconderse. No había muchos árboles ni tampoco grandes piedras tras las que ocultarse pero a unos metros pudo divisar una casa. Al acercarse hacia ella se dio cuenta que no estaba abandonada. Unas florecillas blancas adornaban el cuidado jardín que la rodeaba mientras que un camino de piedras exento de hierbajos daba la bienvenida a los visitantes que llegaran. ¿Habría ido a pedir agua a esa casa?

Se acercó lentamente mientras observaba los bonitos detalles de la fachada. Era de ladrillo rojo pero parecía estar labrado en su superficie. Había diferentes formas que la hicieron pensar que quizá contara algún tipo de historia. Si encontraba a su prima la retaría a ver quién de ellas era capaz de descifrarla.

Al llegar a la puerta tocó el timbre que había a mano derecha. Esperó paciente con una de sus mejores sonrisas pero nadie la abrió. Tal vez se había equivocado y debía buscar en otro sitio. Se dio la vuelta y cuando aún no había dado más que un par de pasos, oyó como la puerta se abría tras de sí. Probablemente no había esperado lo suficiente. Volvió sobre sí esperando encontrar a alguien pero allí no había persona alguna. Parecía una broma de mal gusto.

Se acercó lentamente y miró a su alrededor sin saber bien lo que estaba buscando. Nunca había sido miedosa pero la situación la hacía sentir un cierto temor. Puede que lo más sensato fuese irse de allí. Justo cuando este pensamiento rondaba su cabeza, escuchó la risa de su prima en el interior de la casa. Así que estaba ahí. Ya no tenía escapatoria.

Entró apresuradamente en la casa siguiendo el sonido de su voz. Estaba cerca, lo sabía. Mientras subía las escaleras oyó un portazo: estaba atrapada, no podría encontrar un escondite lo suficientemente bueno en una habitación para que se le pasase inadvertido.

Al llegar a lo alto de la escalera pudo ver un largo pasillo: solo una puerta estaba cerrada. Sonrió mientras se acercaba. Con gesto rápido para sorprenderla la abrió y allí estaba: exactamente en frente de ella.

“¡Te pillé! ¿Pensabas que no te iba a encontrar?”

Y entonces dejó de sonreír: la persona que tenía delante imitaba sus gestos y sus palabras a la perfección mientras que sus ojos contenían un intensificado gesto de burla.

Odiaba que la ridiculizasen. Una fuerte rabia se apoderó de ella y sin apenas pensarlo se lanzó en su dirección con la intención de golpearla. Con todas sus fuerzas dirigió el puño hacia su cara y en el momento en el que el contacto se hacía inminente, la imagen estalló y la oscuridad se cernió sobre ella.

Abrió los ojos desorientada y confusa. El fuerte dolor de cabeza que padecía no la ayudaba a recordar que había sucedido. Su cuerpo estaba dolorido pero no parecía estar herida. Miró a su alrededor y se encontró en una habitación vacía, rodeada de trozos de cristal que parecían pertenecer a un espejo. Miles de ojos, de sus ojos, la miraban incesantemente. Nerviosa y asustada salió de la habitación corriendo hasta llegar a la puerta de la entrada. Nadie la impidió salir.

No sabía el tiempo que había transcurrido inconsciente pero el sol empezaba a ocultarse en el horizonte. Debía volver, sus padres estarían preocupados pero, qué les diría a sus tíos al regresar sola.

“¿Sola?” -una voz susurró en su cabeza. “¿Estás segura que regresas sola?”-Una sonrisa malévola se dibujó en su cara involuntariamente. El terror la atenazó: nunca más estaría sola pero qué o quién era lo que conviviría con ella…
Vanesa

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