martes, 24 de agosto de 2010

Ensoñación

El niño abrió los ojos y pudo ver el claro azul del cielo sobre sí. Debía de haberse quedado dormido. Mientras la hierba le hacía cosquillas animada con las leves caricias del viento, intentó descifrar sus blancos símbolos.

En la cúspide de una gran superficie blanca, una figura similar a la suya, parecía moverse, dar saltos, correr y alzar sus cortos brazos con el fin de alcanzar algo que no conseguía llegar a ver.
No comprendía la obsesión de los poetas y filósofos por definir la felicidad: él la sentía en ese momento y no quería expresarlo en palabras vanas y fugaces, sino disfrutarla y guardarla en su interior, darle el valor de intimidad que le correspondía.

Siguió observando. La figura se llevaba los brazos a la cintura. No comprendía por qué sus esfuerzos no daban frutos, donde podía residir el error. El niño se sonrió, ¡cómo comprendía esa impotencia! Siempre pasajera pues cuando se le metía una cosa en la cabeza…

Justo en ese instante, como si la figura hubiese escuchado su pensamiento, retrocedió y, una vez más, cogió carrerilla para tomar impulso y apresar su objetivo….El niño se alzó de su reposo. Su pequeño cuerpo temblaba mientras veía como la menuda figura se precipitaba desde su cúspide hacia el vacío y se desfragmentaba inevitablemente en su caída. Pudo oír el grito sordo de aquél niño, de un niño cuyo deseo venció a la prudencia y la ironía del destino lo castigó con la perpetua repetición de su desgracia.

La felicidad murió y unos ojos se abrieron de nuevo….
Emaleth

miércoles, 26 de mayo de 2010

Por qué

El hombre no es más que una mota de polvo en el conjunto del universo. Sabe de su existencia y de su individualidad en la coexistencia con sus otros semejantes. De esa manera, poco a poco, la mota de polvo llega a ser alguien con identidad propia, en un todo para unos y una nada para otros.

Pasa el tiempo, se suceden las relaciones, los acontecimientos, las confrontaciones… y aquél necio que olvidó la conciencia de su existencia se corona así mismo dueño y hacedor de su entidad. El alter ego supera al yo, eclipsa el nosotros y se adentra en el peligroso camino del solipsismo; nadie lo entiende, nadie lo escucha, se siente un alma aislada, superior al mundo que lo rodea. Sufre y nadie lo ve ni intenta salvarlo de su agonía porque solo está rodeado de egoístas, ególatras e interesados que buscan su meta en la mera satisfacción personal.

Las arenas del reloj vuelven más arduo su viaje con un monólogo que se repite constantemente: son los ecos del silencio. La cabeza no le permite descansar, el entendimiento lo limita y la conciencia castiga su proceder: tan solo es capaz de pensar en el por qué de su situación.

Millones de almas en el mundo siguen su proceder; un planeta superpoblado pero disuelto en individualidades que se transforman en las cadenas esclavas de su ser. La respuesta a su reiterativa pregunta está en el origen de sí mismo pero el hombre ha preferido olvidar, desligarse del nosotros, no escuchar y, sobre todo, no responsabilizarse de las consecuencias de sus actos y actitudes.

La humanidad se desintegra, la anomía social vence y millones de voces mueren en el vacío repitiendo por qué.
Emaleth

miércoles, 27 de enero de 2010

Si pusieramos huevos...

Hoy voy a dejar de lado “lo que más me gusta” que es imaginar y crear historias nuevas con palabras que ya van camino de ser ancianas y quiero hablaros de un tema, en el que sin duda cada uno tenemos una sensibilidad y lo vemos desde una perspectiva. Seré irónico, sarcástico y manejaré la burla para provocar en ti un comentario y una posible discusión, ¿lograré mi objetivo?... allá voy:

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Estoy completamente seguro de que la madre naturaleza se ha equivocado con nosotros.

La evolución, con sus mutaciones, ha ido dotando a los animales de ventajas con respecto al entorno. Clásicos ejemplos como el cuello de la jirafa o las garras del león son sólo una pequeña parte de cambios de los que nacieron nuevas especies de seres vivos con mayores posibilidades de supervivencia. Y es que, como decían en Jurasic Park, “la vida se abre camino”.
Unas de las mejoras más importantes en el sistema de reproducción fue la aparición de los mamíferos. De la puesta de huevos, donde el vástago quedaba expuesto a los agentes externos, incluso durante la gestación, se dio el gran salto al mamífero. La fecundación y la gestación se producía en uno de los lugares más seguros del mundo para el animal que estaba a punto de ver la luz: el seno materno.

Pero la ingenua madre naturaleza, que después nos dotó de dedos prensiles y de inteligencia, no se dio cuenta de que el ser humano no debería haber sido mamífero... nunca pensó que el peligro para la criatura en formación pudiera estar en sus propios padres.

Pensemos cómo cambiaría nuestra perspectiva sobre el aborto si pusiéramos huevos:

¿Cuánta gente que aborta sería capaz de lanzar el huevo que acaba de poner contra un muro?
Si les dijeran a las madres de un embarazo inesperado que no van a tener que “cargar” con el bebe durante 9 meses en su seno... ¿sería más fácil donar en adopción al huevo?
¿Los científicos considerarían ser vivo al huevo fecundado o cuando hace eclosión?
¿Los hombres seríamos más conscientes de nuestra responsabilidad de padres al cuidar al huevo a medias con la madre hasta que nazca el pollo?

Yo estoy convencido de una terrible verdad: habría muchos menos abortos si pusiéramos huevos.

Lo primero, por una cuestión de perspectiva: el ver al huevo como algo independiente nos haría pensar en él como algo vivo con mucha más facilidad que al cigoto.
Lo segundo, por una cuestión de comodidad: yo creo que cuando se habla de que el tener un bebe va a destrozar la vida de una muchacha se piensa mucho en su imagen durante los 9 meses de embarazo, de lo que pensará la gente del entorno, de lo que significa perder casi un año de su vida. El poner un huevo es rápido, da menos que hablar y requiere menos esfuerzo para librarse de él (en caso de querer hacerlo).

Incluso se replantearía el tema de los huevos fecundados fruto de una relación casual o incluso provenientes de un delito de violación. El huevo va a portar a un ser vivo fruto de una equivocación o de una monstruosidad... ¿pero el huevo tiene la culpa de ello? Yo soy de la idea de que todo huevo debería ser fecundado desde el amor y por amor (llamadme romántico) pero eso no quiere decir, en ningún caso, que no haya que dar la oportunidad de vivir a otros huevos fecundados en otras circunstancias. El huevo está fecundado a causa de un error, pero no tiene por qué pagar nada por ese error... y el decir que es por su bien, que es mejor hacer con él una tortilla antes de que viva en un clima complicado me parece una monstruosidad disfrazada de oveja, que son mucho peores que los monstruos que no engañan y parecen lo que son.

Conclusión: La naturaleza se equivocó. En más de 40 millones de casos cada año en el mundo, el seno materno no es el lugar más seguro del planeta.

Si pusiéramos huevos, otro gallo cantaría...¿o no?.

Emilio

martes, 26 de enero de 2010

Richard IV

Dos alemanes guardaban la entrada de la sala mientras otros dos los apuntaban con sus MP40m reglamentarias. En ese instante, entraron el oficial encargado del “Labor” seguido de dos de sus colaboradores. Empezaba el ritual. Seis eran los tanques sometidos a inspección. Era un número menor que otras veces, pero el número de muertes era cada vez mayor y los que quedaban con vida a penas se sostenían de pie. Pronto traerían nuevos cautivos.

Tras una serie de instrucciones, los colaboradores repartieron las tareas a los presentes, las de todos menos las suyas: una alarma sonó en su cabeza mientras sentía el frío metal en su espalda: había sido descubierto.

Con paso firme, el oficial se acercó observándole detenidamente. La dureza de sus rasgos y la firmeza de su mirada ocultaban hábilmente sus pensamientos. Con un gesto ordenó que le siguiera mientras seguía sintiendo al portador de la muerte en la piel.

No lo podía creer, se dirigía directamente hacia el Panzer en el que había puesto todas sus esperanzas. Parecía que iba a tener suerte después de todo.

Mientras se sonreía por dentro de su buena suerte, el oficial se introdujo en las entrañas del tanque y él fue obligado a seguirle. Ya no creía tanto en la suerte. Se había roto el protocolo: un oficial jamás acompañaba a un inferior en las pruebas de maquinaria. La sospecha de que le habían descubierto resonaba aún más fuerte en su cabeza.

Se sentó en la cabina de mandos y, cuando escuchó el cierre de la compuerta sobre su cabeza, saltó sobre el oficial contando con su fuerza como única arma. La sorpresa le hizo tener ventaja pero la mala alimentación pronto le hizo flaquear antes las continuas acometidas del alemán. Acorralado en una de las paredes intentaba parar los sucesivos golpes pero no sabía cuánto más podría aguantar. Reuniendo las últimas fuerzas que le quedaban, se lanzó contra él para tratar de tirarlo al suelo. El impulso los derribó a ambos. Empezó a sentir calor: la sangre empapaba su ropa. No podía respirar. Se esforzó por abrir los ojos para mirar de frente a su asesino y allí estaba: unos ojos que le miraban fijamente, unos ojos que adolecían de la falta de vida. No era su sangre. El oficial, en la caída, había atravesado una de las palancas de cambio. La suerte una vez más parecía estar de su parte, pero no podía confiar siempre en ella. Se levantó con pesadez, su no tan lejana fortaleza se había esfumado, y apartó el cadáver de las palancas, las necesitaba.

Un ruido rompió el hilo de sus pensamientos: había olvidado cerrar la trampilla por dentro. Pudo ver como empezaba a levantarse mientras un arma asomaba por la abertura. Desesperado, cogió el arma del oficial para lanzarse contra la trampilla y descargar su carga sobre la cara del soldado. Apartándolo, selló la compuerta mientras escuchaba como los soldados apostados en el exterior disparaban contra el tanque. ¡Malditos estúpidos! Puso en marcha el motor en el momento en que sonaba la alarma. La situación se estaba descontrolando. ¡No dudes y hazlo! se dijo mientras accionaba la palanca para avanzar hacia la salida.

El caos se había apoderado de Terezín: los soldados disparaban en todas las direcciones mientras los judíos trataban de huir de las balas. Los disparos empezaron a provocar el efecto que buscaba: el desprendimiento de unas rocas que difícilmente aguantaban el peso de la montaña. Se abrió camino hasta “Arbeitskräfte” y, en su entrada, disparó hacia uno de los pilares maestros la munición guardada en el cañón. El impacto hizo mella en él pero no consiguió destruirlo. No había munición para un segundo disparo así que, sin pensar, cargó directamente el tanque contra él. El choque lo hizo estremecer en el asiento; seguía siendo insuficiente así que siguió acometiéndola hasta que consiguió desprenderla de su base. Un rugido pareció surgir desde las propias entrañas de la montaña, un rugido que quedó inmediatamente enmudecido por el desprendimiento de innumerables rocas. Ya solo restaba de hacer una cosa: huir.
Tan rápido como le fue posible, salió del tanque confundiéndose entre los demás tratando de recordar el mapa que tenía en su mente para hallar la salida de ese laberinto. En su camino, consiguió que varios cientos le siguieran: se sentían confundidos y perdidos tras la dura represión nazi por lo que le era muy fácil convencerlos. Los alemanes se habían sumado a la huída abandonando sus armas, sus rangos, su pretendida supremacía por el más puro de los instintos humanos: la supervivencia. Por fin la luz les cegó provocando distintas manifestaciones entre esos hombres que habían perdido la libertad pero no la fe en su dios. No podía describir lo que él mismo sentía, demasiados sentimientos encontrados, demasiada tensión acumulada, demasiado cansancio en su mente y cuerpo demasiado….Silencio.

El despertar se le asemejaba a nacer de nuevo cuando puedo abrir los ojos y comprobar que se hallaba seguro en la habitación de un hospital. No sabía cómo había llegado allí ni lograba recordar qué había ocurrido tras cruzar la luz. Solo sabía que tras ella vino la oscuridad y el sufrimiento de las últimas semanas se transformó en una calma que llenó de dicha su alma. Quería sentirla de nuevo. Cerró los ojos y se rindió al sueño.

Todavía tardaría en saber que tras su desmayo, cientos de judíos junto a él mismo fueron rescatados por los países aliados quienes habían confiado plenamente en el éxito de su misión. Desde su partida habían vigilado día tras día el enclave llamado Richard aguardando pacientemente a la evacuación del lugar y a la destrucción total del mismo. La guerra seguía pero el final de los nazis se había anunciado con la caída de su imperio logístico y armamentístico. Solo quedaba esperar…
Vanesa
Gracias a ti, Christian, que me diste la idea y me animaste día a día a escribirla...