miércoles, 26 de mayo de 2010

Por qué

El hombre no es más que una mota de polvo en el conjunto del universo. Sabe de su existencia y de su individualidad en la coexistencia con sus otros semejantes. De esa manera, poco a poco, la mota de polvo llega a ser alguien con identidad propia, en un todo para unos y una nada para otros.

Pasa el tiempo, se suceden las relaciones, los acontecimientos, las confrontaciones… y aquél necio que olvidó la conciencia de su existencia se corona así mismo dueño y hacedor de su entidad. El alter ego supera al yo, eclipsa el nosotros y se adentra en el peligroso camino del solipsismo; nadie lo entiende, nadie lo escucha, se siente un alma aislada, superior al mundo que lo rodea. Sufre y nadie lo ve ni intenta salvarlo de su agonía porque solo está rodeado de egoístas, ególatras e interesados que buscan su meta en la mera satisfacción personal.

Las arenas del reloj vuelven más arduo su viaje con un monólogo que se repite constantemente: son los ecos del silencio. La cabeza no le permite descansar, el entendimiento lo limita y la conciencia castiga su proceder: tan solo es capaz de pensar en el por qué de su situación.

Millones de almas en el mundo siguen su proceder; un planeta superpoblado pero disuelto en individualidades que se transforman en las cadenas esclavas de su ser. La respuesta a su reiterativa pregunta está en el origen de sí mismo pero el hombre ha preferido olvidar, desligarse del nosotros, no escuchar y, sobre todo, no responsabilizarse de las consecuencias de sus actos y actitudes.

La humanidad se desintegra, la anomía social vence y millones de voces mueren en el vacío repitiendo por qué.
Emaleth